SOMOS EL RESULTADO DE NUESTRAS DECISIONES
Nosotros somos el resultado o producto de nuestras decisiones
buenas o malas, correctas o incorrectas. Y si esto afecta nuestras vidas y nosotros somos el
resultado de esas decisiones, qué importante es darle el valor a la toma de decisiones.
Ahora bien, generalmente nuestras vidas no se planificaron para
tomar decisiones, sino que en muchas ocasiones las circunstancias llegaron a
nuestras vidas y tomamos las decisiones sin pensar y fuimos llevados como ese
barquito a la deriva por el viento, por donde las circunstancias nos fueron
llevando.
Tal vez no estudiamos lo que quisimos o no nos casamos con la
persona que deseábamos en un principio. La gran mayoría de las personas son
llevadas por las circunstancias.
Tomar decisiones es sencillo, pero no estamos hablando del
simple hecho de escoger, sino de decidir de una manera racional e inteligente.
Quiero poner un ejemplo de la Biblia, cuando Dios decide
hacer al hombre y a la mujer, Adán y Eva. Dios les dio todas las cosas para
bendecirlos, todo lo puso a los pies del ser humano. Sólo les puso una
condición, que había un árbol específico, el llamado “árbol del bien y del mal”
del cual no debían comer fruto.
¿Qué fue lo que ocurrió? Génesis 3:6 nos muestra que alguien
tomó una decisión incorrecta. Dice así:
“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer y que era agradable
a los ojos y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría, y tomó de su fruto y
comió y dio también a su marido el cual comió así como ella.”
Aquí hay una decisión de una persona, Eva decidió tomar del
fruto. ¿Pero en qué está fundamentando la decisión esta persona? Está tomando
una decisión en cuanto a sus sentidos, o deseos. ¿Fue una decisión correcta o
incorrecta? Todos nos damos cuenta que fue una decisión incorrecta. Ella tenía
todo el razonamiento necesario para haber tomado una decisión correcta, sin
embargo, lo hizo al revés. Génesis 3:2-3, dice lo siguiente:
“Y la mujer respondió a la serpiente; del fruto de los
árboles del huerto podemos comer, pero del fruto del árbol que está en medio
del huerto dijo Dios: No comeréis de él ni le tocaréis para que no muráis.”
¿Tenía la suficiente información para tomar una decisión correcta? Sí la tenía,
pero fue entonces que tomó una decisión en base a su deseo o pasión. Aquí es
donde surge el gran problema.
¿Por qué se toman de continuo tan malas decisiones en la vida?
Porque las personas van actuando y decidiendo de acuerdo a todo lo que han
deseado en la vida. Todas sus acciones van enfocadas a ello, por eso hay
personas que toman más malas decisiones que buenas.
Es importante entender que si vamos a tomar decisiones por lo
que sentimos, por lo que los deseos nos van motivando, vamos a cometer error
tras error en la vida.
Ahora, no solamente este problema vemos. En el mismo capítulo
3 de Génesis en el versículo 9, nos damos cuenta de que no solamente las
personas que toman malas decisiones por sus deseos tienen un problema, sino que
además no se hacen responsables de sus malas decisiones.
“Más Dios llamó al hombre y le dijo: ¿dónde estás tú? Y él respondió:
oí tu voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba desnudo y me escondí. Y Dios
le dijo: ¿quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol que yo te
mandé no comieses? Y el hombre respondió: la mujer que me diste por compañera
me dio del árbol y yo comí.”
¿Adán se hizo responsable por su propia decisión? La respuesta
es no. sino que culpó a la mujer de la decisión que él había tomado. Sigamos
leyendo:
“Y Dios dijo a la mujer: ¿qué es lo que has hecho? Y dijo la
mujer: la serpiente me engañó y yo comí”. ¿Eva tomó responsabilidad de sus
acciones y reconoció lo mal que hizo? No. Culpó a la serpiente.
“Y Dios dijo a la serpiente: por cuanto esto hiciste,
maldita serás entre todas las bestias, entre todos los animales del campo,
sobre tu pecho andarás y polvo comerás todos los días de tu vida”.
“A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en
tus preñeses, con dolor darás a luz hijos y tu deseo será para tu marido y él
se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu
mujer y comiste del árbol que te mandé diciendo: No comerás de él, maldita será
la tierra por tu causa, con dolor comerás de ella todos los días de tu vida,
espinas y cardos te producirá y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu
rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste
tomado, pues polvo eres y al polvo volverás”.
Vemos con claridad que no se hicieron responsables de sus acciones,
sino que culparon a otras personas; y no solamente eso, vemos también que Dios
como padre amoroso les imputó
responsabilidad sobre sus acciones.
La tendencia natural del hombre es no responsabilizarse de sus
acciones, es decir, ser responsable es actuar contra la tendencia natural del
ser humano.
Hoy en día la gran mayoría de los seres humanos no se responsabilizan
de sus malas acciones.
Por ejemplo, cuando usted pregunta: ¿por qué cometiste adulterio?
La respuesta va a ser: “es que mi esposa no me hacía feliz”, o “es que mi
esposo no cumplía sus deberes y obligaciones conmigo”, etc.
Las personas comienzan a justificarse y a culpar a otros. Si
usted le pregunta a alguien ¿por qué estás viviendo así? Esa persona contestará
“es que toda la gente que me rodea jamás me ha ayudado, y todos han tenido una
actitud incorrecta hacia mí. Mucha gente ha volteado a mi esposa y a mis hijos en
contra mía...”. Es más fácil culpar a otros que decir “yo soy el responsable”.
Siempre se culpa a otras personas, pero son contadas las personas
que pueden decir: “yo soy responsable de las cosas que están sucediendo en mi
hogar”.
Es una costumbre culpar a otros. Se miente. Se dicen
verdades a medias. Siempre hay una excusa.
Dios siempre nos motivará a tomar buenas decisiones. Las Sagradas
Escrituras, en el libro de Romanos capítulo 6:21 nos dice lo siguiente: “¿Pero
qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque
el fin de ellas es muerte”.
En otras palabras, esta pregunta nos está haciendo razonar sobre
cuál es el fruto o resultado de nuestras acciones y decisiones, de lo que
decidimos diariamente y nos deja clara la consecuencia de una mala decisión:
“porque el fin de ellas es muerte”.
Imaginemos por un momento a una persona que va a cometer adulterio
y todo lo que viene en consecuencia por tomar esa mala decisión. Primeramente
va a destruir a su esposa, la va a dañar emocionalmente, va a destruir a sus
hijos, va a afectarlos para toda la vida, los va a amargar, va a ocasionar un
problema inmenso.
Si usted considera todas esas cosas por un momento de placer,
definitivamente sería un absurdo tomar una decisión como adulterar.
Todos, en cualquier edad, tenemos que tomar decisiones. ¡Cuánto
más enfrentarán decisiones difíciles nuestros adolescentes y jóvenes en la
cuestión de las drogas, el alcoholismo, la sexualidad, la escuela y tantas
cosas que se están manejando en la vida cotidiana.
Nosotros somos el resultado de nuestras propias decisiones, y
lo que queremos es enseñar a nuestros hijos a que sean responsables en ello. La
pregunta que yo haría en este día a usted, padre de familia es: ¿Ha sido
responsable con las decisiones que ha tomado? Analice su vida por un momento.
Como aquella mujer que abandonó a su esposo y a sus hijos.
Mala decisión, ahora vive con su amante el cual le propina tremendas golpizas,
seguro es que esta mujer se lamenta en este momento. ¿Cómo pudo haber tomado
tan mala decisión? Viviendo con una persona alcohólica que la golpea y que le
hace la vida infeliz.
O los matrimonios llevados a cabo por las consecuencias de una
relación sexual y donde no han estado preparados para ser responsables en el
matrimonio. Definitivamente somos el resultado de nuestras malas decisiones.